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Cronos se muere.
El amo del tiempo vive sus últimos
instantes, y en su decadencia, el universo parece haber empezado un lento
declive: las estrellas se transforman en agujeros negros, y las espirales de
las galaxias ralentizan su movimiento. Pero los cuerpos celestes no son los
únicos en ser afectados, pues hasta la más ínfima porción de materia siente
esta agonía. La muerte del tiempo es, en efecto, el fin de todas las cosas.
Sí, Cronos se muere. Por esta razón
ha hecho llamar a los demiurgos, a los creadores de mundos. Ellos tomaron la
esencia del caos y la modelaron para crear vida. Ahora, los demiurgos se reúnen
para ver cuál de ellos se transformará en el sucesor de Cronos. Sin embargo,
convertirse en el dueño del tiempo conlleva una poderosa responsabilidad. No todos
merecen alcanzar semejante categoría; algunos, de hecho, ni siquiera sabrían
cómo manejar un poder tan inabarcable. Es por eso que, una vez reunidos, los
demiurgos se enfrentarán en combate. Cronos los ha emplazado en el mismo centro
del universo, al socaire de las ruinas que una vez conocieron el nacimiento de
cuanto existe. Allí, el decrépito amo del tiempo observará un combate tras
otro; miles de victorias y miles de derrotas, mientras los demiurgos más
poderosos van creciendo en poder y fama; alzándose por encima de los demás…
hasta el triunfo final.
Pero este triunfo no resulta fácil
de alcanzar, ya que, a la vez que pelea, cada demiurgo debe ocuparse de su
propio mundo; aquél que ha creado, y que subsiste gracias a su voluntad. En sus
brazos y piernas; en su mismo torso, crece y se desarrolla la materia a la que
una vez dio forma. Así los bosques crecen a modo de vello, emergen las
encrespadas montañas semejantes a las protuberancias de su espina dorsal, y los
ríos surcan su piel al igual que las azuladas venas. En este mundo también
nacen animales y hombres, pero son estos últimos los que más importan, pues los
adoradores veneran al demiurgo, y su fe se eleva para otorgarle más
resistencia, más presteza y más fuerza a los miembros. El demiurgo crea más
adoradores con la materia obtenida tras sus victorias, y éstos le sustentan
gracias a la oración. Todo tiene un orden.
La arena se halla preparada, los
demiurgos, amparados por los cientos de adoradores que habitan sus cuerpos, se
hallan ansiosos por demostrar sus habilidades, y arriba…
Arriba, Cronos espera.
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